De Estrella López Aguilar
Indudablemente es tarea de la escuela conseguir que todos los niños aprendan la herramienta lectora, pero este sólo debería ser el primer paso. Una vez que los niños han alcanzado este objetivo, nuestra meta profesional debe situarse más allá:
"ayudar a nuestros alumnos a descubrir el placer de leer".
A pesar de tantas buenas intenciones, lo cierto es que en demasiadas ocasiones acabamos creando entre el niño y los libros un abismo difícil de salvar con tanto uso y abuso del libro como instrumento escolar.
G. Rodari analiza este tema en "Nuevas maneras de enseñar a los niños a odiar la lectura". Rodari formula de manera sarcástica y divertida algunos principios básicos de cómo conseguir que nuestros alumnos huyan de los libros como el ratón del gato.
Estas son algunas de sus propuestas para enseñar a aborrecer la lectura.
1.- Echarles en cara a los niños que no les guste leer.
Afirmaciones de este tipo indican, en primer lugar, nuestro desconcierto ante el problema y nuestra incapacidad para tomar iniciativas más positivas con el fin de fomentar el gusto por la lectura. Pero, además, con estas acusaciones tratamos de eludir nuestra propia responsabilidad en el tema haciéndola derivar hacia el propio niño.
2.-Obligarles a leer.
Como afirma G. Rodari, éste es el método más eficaz para conseguir que la lectura resulte una actividad especialmente repulsiva: "Se toma a un muchacho, se toma un libro, se coloca a los dos en una mesa y se prohíbe que el trío se divida antes de una determinada hora". El método es infalible, pues "no se puede ordenar a un árbol que florezca.
3.- Convertir los libros en "otros deberes".
Con la mejor intención del mundo, padres y profesores acostumbramos a pedirle al niño que lea, incluso en momentos en que él preferiría estar haciendo otras cosas.
Suponemos que es ésta una actividad que le ha de reportar enormes beneficios. En nombre del futuro le imponemos una tarea que no siempre le resulta grata. Y ahí tenemos al niño, con los codos sobre la mesa, inclinado ante el libro.
Llegamos incluso a ofrecerle como forma de pago por su dedicación a la lectura la televisión o los videojuegos: "Cuando acabes de leer, podrás ver la televisión". De esta manera convertimos la televisión no sólo en enemigo del libro, sino, lo que es más grave, elevamos a la misma a una categoría superior: la televisión es recompensa; el libro, obligación.
4.- Convertir el libro en una mera herramienta académica.
Con frecuencia, la lectura en la escuela deja de ser un fin en sí misma para ponerse a disposición de otras actividades escolares. En aras de un mayor aprovechamiento académico, convertimos al libro en herramienta al servicio casi exclusivo de la adquisición de conocimientos.
Así, a medida que el niño avanza en su escolaridad va descubriendo que aquel objeto misterioso entrañable que, tanto en su casa como en los primeros años de escuela, era promesa de mil aventuras, de viajes fantásticos, de emociones, intriga y suspense, va perdiendo su magia.
1 comentario:
Si quieres fomentar la lectura entre los adolescentes, no se lo impongas. Aunque también es verdad que hay veces que si no es así, no cogen un libro en su vida.., :S
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