domingo, 27 de noviembre de 2011

Sobran los motivos (para leer)


Cuando mañana les cuente a mis alumnos que he estado este fin de semana en el Congreso "Motivos para leer" de Leer.es, empezaré por el final. Empezaré por decirles que salí corriendo a coger un tren con el corazón a mil por hora, porque el ministro lector había empezado su discurso citando ese diálogo que ellos conocen -y no es el único- de Platón, el Fedro. Les hablaré de cómo allí había un auditorio lleno de profesores deseando aprender para poder enseñar, que se emocionaron, como yo, cuando Gabilondo dijo que "leer es escribir en el alma". Hablaremos de esto, pero aún les gustará más cuando les diga que el ministro también sabe, como ellos, que leer es rebeldía, es incitar a pensar de todas las maneras posibles, es tener la posibilidad de cambiar, de girar inesperadamente, de esa περιπατεία de la que hablaba Aristóteles.

Seguiré hacia atrás y les hablaré de una interesantísima conversación entre Ignacio Elguero, Ángeles Caso y Luis García Montero de la que fuimos testigos casi mudos, absortos ante lo ameno y lo fundamental de sus reflexiones, entre las que no faltaron algunas que ellos, los alumnos de Latín y Griego, conocen muy bien: “las humanidades no son rentables” decía Ángeles Caso, “pero si queremos una sociedad más justa, más libre, hay que insistir en la importancia de las humanidades, sin desdeñar a las ciencias”.

Les hablaré de que hay dos visiones de la educación que tuvieron su espacio tras la intervención de Emilio Sánchez Miguel: una a la que llaman “utópica” y otra a la que llaman “realista”, cercana a las imperfecciones. Con ellos retomaré el debate y seguramente alcanzaremos, como muchos de los presentes en el auditorio, el ideal de la “aurea mediocritas”: seguir creyendo que debemos alcanzar la utopía de Fernando Trujillo sirviéndonos de las “imperfecciones útiles” que decía Sánchez Miguel.

Precisamente de Fernando Trujillo fue la tarde del sábado, primero en una ponencia que me pareció fabulosa y después en una conversación junto a Felipe Zayas y a Carlos Wert en la que conocí un proyecto de aprendizaje colaborativo muy sugerente.

Antes de comer, les diré, había asistido a la ponencia que más agitó mi conciencia, por razones que ellos conocen de sobra, pues son ellos los principales afectados: al oír a Elena Martín y a Inmaculada Velosillo se me vino a la cabeza la biblioteca de mi centro cerrada a cal y a canto, antes porque los alumnos “la desordenaban”, ahora porque nadie tiene horas para hacer las guardias allí. Apunté en un documento de Word: “abrir biblioteca”. Así, tal cual. Y de “abrir” se habló realmente mucho. De abrir la escuela a las familias, de abrir las experiencias de un centro a otro, de un docente a otro; “open escuela” circulaba por twitter sin parar. Y gracias a esa “open escuela” nos asomamos al proyecto LOVA, un proyecto mágico del que Miguel Gil Casado nos habló como lo que es, como un mago. Junto a él, las responsables de educación de la Fundación Thyssen y de Caixaforum respectivamente, Ana Moreno Rebordinos y Montse Sampietro, hablaron de la importancia de saber “leer el arte” –algo que conocemos porque estuvimos en El Prado el pasado martes- precedidas por una brillantísima reflexión de Andrea Giráldez, donde aprendí que de nosotros depende que los niños sigan teniendo esas “100 formas de leer”.

Les había precedido Pilar Pérez Estevez, responsable de Leer.es y por ende, del Congreso, que presentó una webcast con la que todos los docentes estaremos familiarizados a partir de ahora:

Oyendo a Pilar Pérez, les diré, pensaba que todo era posible. Y pensaba que prefería oír su entusiasmo que a ese experto de Finlandia que sistematizó datos que todos conocíamos y que nos esforzamos, humildemente, en cambiar poco a poco. Paisajes gélidos frente al calor de Pilar Pérez, de Miguel Gil, de Andrea Giraldez, de Francisco Trujillo.

Este era el primer gran Congreso en el que yo participaba como docente en España, porque, para bien o para mal, pertenezco ya a la LOGSE, a esa generación que terminó de formarse fuera y, en mi caso, también aprendí mi profesión y empecé mi carrera docente en el exterior. Allí, en Alemania, pensaba cómo sería la educación en España. Todo el mundo me decía que sería una decepción. Y al llegar aquí, es cierto que tuve que amoldarme a otros tiempos, otras circunstancias en clase, resolver y no prevenir. Pero me enganchó la fuerza que tenemos, la creatividad, el compromiso. No me arrepiento. Y por primera vez, como digo, compartía ese compromiso con tantos compañeros de profesión que, como yo, piensan que están en el mejor oficio del mundo, aquel que un sofista llamó “tocado por los dioses”

Entenderán entonces que hayamos comenzado así la clase, que yo haya decidido que el grupo de teatro, al revista, el bilingüismo, el club de lectura, el aula de poesía y tantas otras cosas que suceden en el centro merecen estructurarse en un PLC y que termine agradeciendo estos tres días a todos estos tuiteros: @leeres, @pilarpes, @ftsaez, @punsetica, @andreagiraldez, @educathyssen, @starpy, @noLOLAmento, y un largo etcétera ¡Gracias!



5 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Precioso post y muchas gracias por la mención.

¡No perdamos nunca el entusiasmo en las aulas y busquemos motivos para leer hasta debajo de ls tizas!
Un saludo
Estrella López Aguilar
@starpy

A&A dijo...

Hola, yo también estuve en el Congreso.Me ha encantado tu maravillosa forma de contarlo. Gracias.

Anónimo dijo...

Estrella, eso espero, ¡que no lo perdamos!

Ana, muchas gracias. Acabo de agregarme a tus blogs, no los conocía y me han parecido un trabajo espléndido.

Saludos

Anónimo dijo...

Con unos días de retaso acabo de leer este post. Una crónica estupenda en la que seguramente nos vemos reflejados quienes desde distintos ámbitos seguimos pensando que hay múltiples motivos para leer. Gracias también por la mención. Un saludo muy cordial. Andrea